El puma (Puma concolor) es el segundo félino de mayor tamaño después del yaguareté (Panthera onca), que habita la mayor parte de la región terrestre Neotropical (la cuál comprende desde el Caribe por América Central hasta el sur sudamericano) y el único de tales características del Neártico (zona comprendida desde Groenlandia por América del Norte hasta el centro-oeste mexicano). El gran espectro de ecosistemas que abarcan estas grandes regiones fitogeográficas hace que el puma, tenga una gran plasticidad tanto cursorial como de hábitats. Distribuyéndose desde Canadá por América Central hasta Sudamérica austral y ocurriendo desde selvas tropicales lluviosas, ambientes xéricos, bosques de coníferas hasta los 5.800 metros sobre el nivel del mar en la cordillera de los Andes.
La especie tiene una masa corporal promedio de 34,5 kg aproximadamente y una fuerza de mordedura canina máxima de alrededor de 479 Newton aplicada con caninos cortos y robustos resistentes al pandeo (inflexión producida en una barra libre en un extremo por el sometimiento a un exceso de carga) actuante en estos, ante la fuerza compresiva existente al someter a una presa que alguna de las veces excede la masa corporal del felino. 

El puma, como la mayoría de los gatos, suelen cazar frecuentemente solos y matar a sus presas con una mordedura única estrangulándolas en la garganta cuando son de tamaño mediano ó mediante la ruptura de la médula espinal mordiendo en el dorso del cuello en presas pequeñas. Además sus caracteres cráneo-dentales como la biomecánica de su mordedura, aunado a la gran adaptabilidad que tiene a diversos ecosistemas como a ambientes antrópicos, hacen del puma un carnívoro-generalista muy plástico en cuanto a su preferencia de presas silvestres y cuando la oferta de estas encuentra disminuida, considerará al ganado doméstico como tal (ovino, caprino, porcino, terneros y potrillos).





Conflicto Puma-Gente: ¿El puma es el problema?


El creciente aumento de las presiones antrópicas sobre áreas naturales en el continente americano en particular, debido a la mayor demanda de tierras para actividades extractivitas a gran escala (forestales, agropecuarias, etc.) produce algún tipo de desequilibrio en los ecosistemas locales que se refleja en la mayoría de los casos, en la aparición de eventos de depredación de carnívoros silvestres sobre animales domésticos. 

El puma en particular, no está exento de formar parte de esta problemática sino al contrario sufre enérgica persecución adicionada por la “falsa creencia” de que su sola ocurrencia en áreas de influencia a zonas agro-ganaderas es señal, concluyente en sí misma, de que el felino está depredando ganado. Nada menos cierto, y que denota ignorancia de cualquiera que juzgue a un individuo como predador ó “animal-problema” por su sola presencia natural en un área dada. El puma tiende a evitar la presencia humana y la de sus animales domésticos (que no forman parte de su dieta natural) siempre que el ambiente en que viva le ofrezca áreas suficientemente grandes y con una oferta saludable de presas naturales como para suplir sus necesidades ecológicas.
El fenómeno de la depredación, no constituye en sí mismo un evento aislado, sino es consecuencia de una serie de factores ambientales dinámicos que generan la aparición del conflicto. La competición del hombre por los mismos recursos alimenticios con el felino (mediante la cacería de sus presas, ó competición interespecífica del ganado con los ungulados naturales del área, por recursos forrajeros “bajo monte”, puede provocar la disminución en las densidades de estos últimos, y el establecimiento del ganado como única oferta alimentaria). 

Así mismo también, el comportamiento innato y aprendido de la madre (a depredar ganado, cuando no tiene otra opción) en un individuo entre 12-18 meses y en edad de dispersión; la salud y condición física de pumas individuales (muchas veces disminuidos motrizmente para la cacería de sus presas naturales, por heridas antiguas de disparos oportunistas de armas de fuego de parte de pobladores, en zonas muy antropizadas); las prácticas y manejo ganadero y finalmente la distribución y abundancia de las presas son factores que predisponen a la especie a la depredación de animales domésticos.


Aunque la expansión ganadera en Latinoamérica es uno de los factores causantes de los desequilibrios ecológicos que generan la problemática de depredación en el puma, es también esta actividad menos destructiva en comparación de actividades agrícolas a gran escala (con utilización masiva de deforestación, nivelación y agroquímicos), por lo que una ganadería con buen manejo, manteniendo poblaciones saludables de ungulados silvestres pueden coexistir sin conflictos ó con eventos aislados, con la ocurrencia frecuente de pumas y otros carnívoros en una misma área. 

Lamentablemente cuando aparecen eventos de depredación, un solo puma puede dar muerte a más individuos de una majada de los que pudiera comer, lo que se traduce en una gran pérdida económica para el ganadero y en la figura de “un animal dañino y sanguinario” que tiene el común de la gente y genera una intensiva persecución y caza del puma.

Este comportamiento particular del felino, puede explicarse en los niveles de estímulo-excitación que necesita el puma en la dinámica de la depredación. 

El acecho-captura-muerte y consumo de una presa produce en esta especie (como en otros gatos) diferentes grados de excitación de menor a mayor (acecho-consumo) ante diferentes niveles estímulos visuales y olfativos. 


Esto explica que un puma que se encuentre con la “situación artificial” de ganado ovino ó caprino en un área pequeña por ejemplo, estas potenciales presas le representen un estímulo acentuado si disparan en estampida delante de un individuo-problema (refiriéndose con esto a un animal predador comprobado), lo que genera en el carnívoro la excitación suficiente para la persecución como causa primera y la depredación como causa última; y aún así estando satisfecho mientras los estímulos de las presas hacia el felino a diferentes escalas no se anulen, el puma continuará naturalmente respondiendo a ellos hasta fatigarse (provocando en muchos casos la muerte de varios individuos de la majada). 
Estas condiciones no se dan en ungulados silvestres que en cierta forma son llevados a la estampida, pero en un punto adoptan comportamientos de defensa específicos que anulan los estímulos consecutivos ante los cuáles el felino, respondería funcionalmente. 

En Argentina, los problemas de depredación de ganado doméstico por pumas son frecuentes y aunque la especie sufre, intensa persecución y caza lo que ha provocado la extinción de numerosas poblaciones locales, el problema subsiste. Entonces cabe preguntarse quién es el responsable de esta problemática. ¿El puma ó el hombre? Sin lugar a dudas el hombre, el puma no es más que un “chivo expiatorio” para justificar un deficiente manejo ganadero (tanto sanitario como de vigilancia, abigeato, etc.) y en el caso de “individuos-problemas” confirmados, su cacería es una sintomatología más del problema en vez de un aporte a su solución. 

Pues muchas veces termina agravando la situación, provocando mediante la frenética persecución de cuanto individuo saludable sea ocurrente en áreas de influencia de un emprendimiento ganadero, reciban heridas de bala que si no provocaran su muerte inmediata y escapase con vida, prontamente el puma se encontraría disminuido físicamente para cazar sus presas naturales y predispuesto a considerar forzadamente al ganado como única opción para alimentarse.
Además el puma tiene constante acoso en nuestro país, por considerársele aún en muchas provincias como “especie plaga” y por ende con “cacería permitida durante todo el año” a pesar de una inespecífica protección dentro de la Ley Nacional 22.421 de Protección y Conservación de Fauna Silvestre. Estas consideraciones poco han cambiado en pro de su conservación, es más las amenazas a sus poblaciones naturales han experimentado un marcado aceleramiento, tanto en: la dinámica de modificación y destrucción de sus ecosistemas naturales; como la “cacería deportiva” nacional y extranjera con una remoción constante de individuos sin considerar ni las densidades poblacionales, ni número de camada, como tampoco el largo cuidado parental, proporción de sexos ni madurez sexual de la especie. También muchos pumas son capturados con jaurías de perros y sometidos a altos niveles de estrés, mantenidos en cautiverio y luego sueltos “dopados” en ambientes silvestres para asegurar el “cobre seguro” de parte de cazadores deportivos en diversos cotos provinciales; otros empleados en peleas de perros dogos argentinos ó muertos cobardemente “lanceados” por diversión. Se calcula que en Argentina entre 150 a 200 pumas/año son muertos por esta actividad, y entre 1.500 ejemplares en injustificadas cacerías-control por depredación de ganado.
En la Patagonia argentina, un bajo número de pumas silvestres causan pérdidas de ganado ovino, debido básicamente al escaso o nulo manejo ganadero. Lo que conlleva a los estancieros a pagar a cazadores por puma muerto como medida preventiva de la depredación, lo que no sólo como solución del problema es una medida irracional e inadecuada (como precedentemente se ha señalado) sino que esta persecución al felino ha llevado a su desaparición en gran parte de la región patagónica. En este sentido, recientemente el Ministerio de la Producción de la patagónica provincia de Río Negro, se comprometió a establecer una medida de pago de $ 500 por cada individuo de puma muerto. No subsanando la ignorancia al respecto ni la problemática, la misma cartera provincial argumentó la necesidad de controlar a esta “plaga” por los daños cuantiosos que causa a la ganadería. Mediante esta nota, no sólo se rechaza enérgicamente tan absurda medida que a la brevedad posible debiera ser abortada, sino que se caracteriza la problemática y se brindan las herramientas (basadas en sólidas bases científicas, como en experiencia personal del autor) para atacar al problema y no ser parte de su sintomatología.

Depredación del ganado: estrategias para la mitigación del conflicto
En primer lugar para el establecimiento y aplicación de medidas adecuadas de mitigación al conflicto, debe tenerse en cuenta las características particulares del área ó ecosistema como su funcionalidad, donde serán empleadas. Esta información solo puede ser obtenida mediante muestreos previos en campo que permitan diagnosticar a ciencia cierta el porqué de la aparición de este fenómeno. No obstante existen estrategias estándar, baratas y sobradamente probadas con pumas, a lo largo de su distribución que pueden anular ó disminuir marcadamente la depredación. Estas estrategias muchas veces no se emplean por desconocimiento ó porque exige que se cambie la forma cultural de manejar el ganado y requiere de un trabajo sistemático.


A continuación, se enumera medidas de fácil aplicación y bajo costo para reducir ó anular la problemática de depredación:

1) Evitar la cacería de pumas y de sus presas naturales. 
La persecución y muerte de pumas, y sus impactos indirectos con la generación de individuos disminuidos físicamente agravan el fenómeno de depredación de ganado (estos individuos en caso de ser reproductores, pueden inducir el comportamiento a sus crías posteriormente de matar animales domésticos). Así mismo la cacería indiscriminada por parte de pobladores de las presas silvestres de la especie (guanacos, ñandúes, maras, etc.), como la disminución en sus abundancias, conllevan al puma a considerar al ganado como única opción para suplir sus necesidades alimentarias. 
2) Adecuado manejo ganadero. 
La incidencia de un inadecuado programa sanitario, producen mayores pérdidas que las de eventos de depredación por pumas. En este sentido, el encierro crepuscular-nocturno (horas también de mayor actividad del puma) cerca de puestos humanos en corrales adecuados, es una medida muy efectiva para áreas con altas incidencias de depredación, como así también para el abigeato (cuatrerismo). También es necesario establecer temporadas de monta cortas de 3-4 meses de duración bajo vigilancia, que es mucho más eficiente que montas durante todo el año y sin vigilancia. La vigilancia y el manejo debe acentuarse en tiempos de parición de las hembras de la majada, mediante encierro en “parideras” evitando la parición ó cría “a monte”, como el pastoreo en campo de corderos y cabritos (nivel etario vulnerable a la depredación). 

3) Correcto reconocimiento de la especie depredadora. 
Es importante diagnosticar correctamente al depredador de una presa doméstica. Muchas veces el puma es culpado de depredación, cuando en realidad se trata de muertes causadas por perros cimarrones ó abigeos (cuatrerismo) u otras causas.
4) Cría de perros pastores ó “leoneros”. 
Entiéndase por perros “leoneros” como algunas veces son llamados, no a perros de cacería sino perros criados desde cachorros con la majada mediante impronta (que se les hace mamar de ovejas ó cabras lactantes). Deben ser perros mestizos ó de raza de tamaño grande en óptimo estado sanitario (Kuvasz, Pastor Alemán, entre otros) en número mayores a 4 individuos dependiendo del tamaño de la majada. La eficacia de los perros para evitar la depredación de pumas, está ampliamente demostrada. No sólo en otros países con distribución del puma, sino en Argentina.

5) Pirotecnia. 
En caso de eventos de depredación aislados, el empleo de explosivos de propano u otro material pirotécnico para espantar a los felinos de un área ha sido una medida disuasiva efectiva también. 


Urge que la Provincia de Río Negro revea la posición tomada en cuanto a eventos de depredación de ganado, las medidas de cacería masiva de pumas como hemos visto llevaría a agravar el conflicto más que a solucionarlo. También se debe abandonar toda pretensión de conservación antropocéntrica con respecto al puma, como toda especie actual tiene un inobjetable derecho a la existencia, en sí mismo. Finalmente es necesaria también una legislación específica y actual al respecto, para el manejo y conservación de las poblaciones silvestres de pumas en el país, que tenga asidero en sólidos fundamentos científicos. 
El puma es importante regulador de la dinámica poblacional de numerosos ungulados que constituyen sus presas e interviene en la ecología de enfermedades que afectan al ganado, e inclusive al hombre. La inflexión sobre esta dinámica, tiene incidencia además en la disminución de presiones de herbivoría de sus especies-presa sobre hábitats xéricos y boscosos, lo cual repercute en los patrones climáticos, recursos hídricos y precipitaciones a nivel local y mundial.

Por © J. Fernando Del Moral

SOBRE EL AUTOR
Fernando Del Moral es Investigador Asociado de la Fundación Andígena, Miembro del International Association for Bear Research and Management y Asesor de la Guía Multimedia sobre Especies Amenazadas ARKive.Tiene amplia experiencia en biología de campo y participó en diversos proyectos de monitoreo y conservación de grandes carnívoros en el noroeste argentino; entre otros en estudios de jaguares (Panthera onca), pumas (Puma concolor) y otros félidos silvestres de las selvas nubladas subtropicales y tropicales de las provincias de Jujuy y Salta; además del monitoreo de conflictos entre pobladores rurales y estos félidos en el Gran Chaco argentino, como en muestreos generales de biodiversidad en ecosistemas chaqueños, selváticos y altoandinos. También brindó asesoría y asistencia en campo, a estudios con grandes carnívoros en Bolivia y Venezuela.

Fue co-ejecutor del Proyecto Expedición a las Selvas de Yungas, de carácter científico-educativo, avalado por el Ministerio de Cultura y Educación de la Nación Argentina y la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.
En el año 2004, levanta indicios indirectos del oso andino (Tremarctos ornatus) en las selvas nubladas del noroeste argentino; el cual no estaba reportado para la región. Actualmente desarrolla una investigación sobre la presencia y distribución de esta especie en la zona. Así mismo realiza estudios biomecánicos, sobre caracteres craneodentarios del oso andino y otros grandes carnívoros neotropicales, en relación con su ecología alimentaria.

Correo electrónico: jfdelmoral@gmail.com

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